LA NOVELA COLECTIVA DE LA GUERRA CIVIL

ENTREVISTA A IGNACIO MARTÍNEZ DE PISÓN EN EL CULTURAL






Partes de guerra es un libro con mil padres que habla en nombre de todos

De Ana María Matute a Alberto Méndez, de María Teresa León a Miguel Delibes, pasando por Ramiro Pinilla o Bernardo Atxaga, Ignacio Martínez de Pisón se ha propuesto “forjar” en Partes de Guerra (RBA) la “gran novela de la guerra civil española”, reuniendo relatos de autores de muy diversas generaciones y tendencias. Martínez de Pisón desvela para El Cultural las claves del libro. También adelantamos el más interesante de los relatos incluidos: “La lección”, de Ramón J. Sender. Sender, que combatió en el 5º Regimiento a las órdenes de Líster, retrató las miserias de la guerra en este relato jamás recopilado en libro alguno y que sólo se publicó el 18 de julio de 1938 en “Voz de Madrid”. 


Huérfano de militar desde los nueve años, Ignacio Martínez de Pisón (Zaragoza, 1960) derrama al hablar tanta timidez como simpatía, acaso abrumado por todos los compromisos y proyectos pendientes, como una novela “a medio escribir”, cuya acción se sitúa en la Barcelona de los años 60 y 70, o una colección de cuentos titulada Aeropuerto de Funchal que verá la luz en abril. Ahora, sin embargo, lo que ocupa a este licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Zaragoza y en Filología Italiana en Barcelona, donde reside desde 1982, es Partes de guerra, una recopilación de relatos que se postula como “gran novela de la guerra civil” 
-¿Cómo surgió el proyecto? 

-La idea se me ocurrió leyendo una reflexión de Italo Calvino sobre la narrativa italiana que había tocado el tema de la resistencia partisana. Calvino pensaba que toda esa narrativa podía leerse como un macrotexto unitario, un libro con mil padres que hablara en nombre de todos los que habían participado en la lucha. De la narrativa sobre la Guerra Civil española podría decirse algo parecido, con la diferencia de que la literatura sobre ella es mucho más abundante que la que existe sobre los partisanos. Cuando concebí el libro tuve claro que debía acotar el terreno: incluir sólo cuentos. Una buena selección de relatos, organizados cronológicamente del 18 de julio del 36 al 1 de abril del 39, podía dar una idea de cómo sería esa macronovela. 

El lastre de la propaganda 
-¿Qué aportan los autores contemporáneos (Manuel Rivas, Bernardo Atxaga, Trapiello, Méndez Ferrín) al libro? 

- Una visión generacional necesariamente diferente de la de los escritores que vivieron la guerra. Si en los relatos de éstos hay casi siempre un elemento testimonial y autobiográfico, en los de los más jóvenes por fuerza se ha de recurrir a la elaboración y la inventio. Unos y otros aportan una verdad, pero esa verdad es de naturaleza diferente, porque también la interpretación de la guerra cambia según la distancia desde la que se observe. De todos modos, la generación más ampliamente representada en el libro es la de los que vivieron la guerra siendo niños y no participaron directamente en ella: Ignacio Aldecoa, Fernández Santos, Ana María Matute, García Hortelano, Juan Eduardo Zúñiga, Pereira, Ramiro Pinilla, Tomás Segovia, Fernando Quiñones... 

-Sí, pero ¿dónde empieza la literatura y acaba la propaganda (de las dos Españas) en los relatos seleccionados? 

- La propaganda es, precisamente, uno de los lastres que pueden arrastrar los textos escritos en caliente, en el fragor de la contienda. Creo que en el libro hay siete u ocho relatos publicados antes del 1 de abril del 39, pero ninguno de ellos puede considerarse un texto propagandístico. En ese caso su valor literario habría sido nulo, y yo no lo habría seleccionado. 

-Parece haber una cierta descompensación entre los textos de uno y otro bando... 

- No me resultó fácil encontrar buenos relatos escritos por narradores de la España de los nacionales. Están Rafael García Serrano, Luis López Anglada... Desde luego, no se puede considerar franquistas ni a Delibes, que hizo la guerra en la Marina nacional, ni a García Pavón, ni a tantos otros que se acomodaron como pudieron a la España de Franco. Posiblemente en el libro sean más numerosos los textos de escritores que nunca ocultaron sus simpatías por la República, pero tanto éstos como aquéllos consiguen esquivar el riesgo del maniqueísmo. Si algún cuento cae en algún momento en ese maniqueísmo, es el de Edgar Neville, aunque su postura tiene una explicación: ¡lo que tuvo que sufrir ese hombre para que la España de Franco le perdonara sus antiguas simpatías republicanas! 

-¿Ha tenido que dejar fuera del libro algún relato? ¿Quién, qué falta y por qué? 

- Me habría gustado incluir un relato de Alberto Méndez, pero sus herederos no quisieron que se desgajara ninguna pieza de Los girasoles ciegos. Es su decisión y debe respetarse. 

-¿Qué aporta el libro que escape a los historiadores? 

- Lo que siempre aporta la literatura: la sensación de vida, el punto de vista subjetivo, la atención a los acontecimientos y personajes menores, la recreación de un momento trascendental a través de episodios a menudo intrascendentes... 

Las cicatrices de la guerra 
-¿Tiene sentido seguir dándole vueltas a la guerra civil con lo que está cayendo, después del 11-S, de Iraq o Gaza? 

-A la vista está que sigue teniendo sentido. Si no, no se plantearían debates como el que usted acaba de mencionar. Y, de todos modos, cuando las heridas de la guerra hayan cicatrizado definitivamente, seguiremos necesitando buenos libros que nos hablen de nuestra historia: de la Guerra Civil igual que de la República, de la guerra de áfrica, de las carlistas..

Nuria AZANCOT

1 comentario:

  1. Hola, solo quería que supieses que tambien yo soy escritor aunque de otra manera, o sea, tengo un grupo de hip-hop, música que muy probablemente no te guste...He de decirte que te tengo muy en consideración a pesar de no haber leido ninguno de tus libros, no por nada en especial, simplemente, no soy aficionado a la lectura y no he leido más que lo que me mandaron leer en el "cole" en su momento...
    Un saludo;
    Juan Villar
    Martinez de Pisón

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